El cooperativismo: una fórmula de éxito en auge
Es un modelo de empresa en el que las personas que trabajan en ellas son quienes las dirigen y todas tienen el mismo peso en la toma de decisiones
Cuando pensamos en una empresa, a todos nos suele venir a la cabeza una misma estructura. Los propietarios de la misma, los jefes y los trabajadores. Sin embargo, existen muchos otros modelos más allá de los tradicionales que también ofrecen un gran éxito como el basado en el cooperativismo. Aunque lo cierto es que la gran mayoría desconoce exactamente en qué consiste y los beneficios que puede llegar a ofrecer. La mayor diferencia entre una cooperativa y el resto de empresas a las que estamos acostumbrados tienen que ver con sus trabajadores. En las cooperativas, los propios empleados son quienes dirigen la empresa, sin jefes ni nade que tome las decisiones en solitario. Todo parte de esa idea, la de cooperación para obtener un bien común y el desarrollo del proyecto.
Según la ACI (Alianza Cooperativa Internacional), este tipo de asociaciones son agrupaciones voluntarias de personas que tienen como objetivo satisfacer sus necesidades y aspiraciones a nivel económico, social y cultural. Algo que hacen a través de una empresa de propiedad en conjunto que gestionan entre todos y de forma democrática. De este modo, para poder formar una cooperativa es necesario que un mínimo de dos personas compartan un proyecto empresarial. Este modelo es muy utilizado en empresas del sector agrícola y también existen muchos casos de asesorías, bufetes de abogados y diferentes empresas multiservicios.
“Aunque pueda parecer una fórmula bastante novedosa, lo cierto es que los inicios del cooperativismo se remontan a hace más de 150 años. Concretamente fue en el año 1844 en Manchester, Inglaterra, cuando un total de 27 hombres y mujeres decidieron unirse y crear la primera cooperativa de consumo.”
Orígenes y características
Aunque pueda parecer una fórmula bastante novedosa, lo cierto es que los inicios del cooperativismo se remontan a hace más de 150 años. Concretamente fue en el año 1844 en Manchester, Inglaterra, cuando un total de 27 hombres y mujeres decidieron unirse y crear la primera cooperativa de consumo. Esto les llevó a ganarse el apelativo de los ‘Pioneros de Rochdale’, a los que se considera como fundadores del movimiento cooperativista. Se trataba de una empresa textil que pudo constituirse mediante las aportaciones de los propios socios que trabajaban en ella. Años después, en 1895, nacía la institución que unía a todas las empresas de este tipo, la ACI.
Estas cooperativas, además de lo comentado con anterioridad, poseen unas características especiales. La primera de ellas, y posiblemente la principal, es su autogestión. Esto se debe a que se trata de empresas en las que quienes las dirigen son a la vez los trabajadores de la misma. Y todo se rige por el principio de una persona, un voto. De este modo, se garantiza que existe una igualdad entre todos los socios y que se trata de un sistema justo. Además, las cooperativas suelen funcionar como agente dinamizador de la economía local, ya que suelen contar con un fuerte arraigo a su entorno más cercano. Esto conlleva que se cree más empleo a nivel local, así como que se obtenga un mejor aprovechamiento de los recursos de la zona.
Los valores cooperativos
Además de su modelo de negocio, una de las grandes diferencias entre las cooperativas y el resto de empresas reside en los principios y valores de cooperativismo. Unos valores que se fundamentan en la ayuda mutua, la igualdad y en la búsqueda de una sociedad más justa. En este sentido, la Federación Andaluza de Empresas Cooperativas de Trabajo (FAECTA), profundiza en los valores cooperativos ofreciendo varios principios que rigen el funcionamiento de una cooperativa:
Adhesión voluntaria: las cooperativas son organizaciones abiertas a las que cualquier persona puede unirse. Eso sí, siempre que se acepten las responsabilidades que conlleva ser socio.
Gestión: en este tipo de empresas la organización es de tipo democrática y está controlada por todos sus socios, que son quienes toman las decisiones a todos los niveles.
Participación económica: todos los asociados de la cooperativa participan de manera equitativa y controla el capital de la empresa. Llegado el momento, pueden recibir una compensación como condición de socio. Aunque lo más habitual es que los excedentes se utilicen para el desarrollo de la empresa y el apoyo a otras actividades.
Autonomía: se trata de organizaciones autónomas, siempre con el objetivo de asegurar el control democrático en caso de entrar en acuerdos con otras organizaciones o capital de fuentes externas.
Información y educación: las cooperativas siempre buscan ofrecer formación para contribuir al desarrollo de este tipo de empresas. Además de informar a la sociedad de los beneficios del cooperativismo.
Cooperación: trabajan de forma conjunta a través de estructuras locales, regionales, nacionales e internacionales. Todo con el objetivo de ser más eficientes y fortalecer el movimiento cooperativo.
Comunidad: las cooperativas, además de formarse para solucionar problemas de sus socios, lo hacen también para los de las familias y comunidades en las que desarrollan su actividad.