Impulso a la riqueza en el entorno rural

Las cooperativas agroalimentarias se alzan como base económica de miles de pueblos en Andalucía, siendo referencia y ejemplo por su carácter social, la generación de empleo y su actividad colaborativa

Las cooperativas agroalimentarias gozan de buena salud, hasta el época de pandemia si se comparan con otro tipo de empresas. En este tiempo desde que hizo aparición la covid-19. Esta actividad económica no ha parado. Ha seguido alimentando a la sociedad, a la que ha abastecido de alimentos día tras día.
El presidente de Cooperativas Agro-alimentarias de Andalucía, Juan Rafael Leal, en declaraciones recientes, insistió en la viabilidad se está demostrando con creces durante la pandemia, cuando las cooperativas agroalimentarias o las de servicios (destacando las de servicios sociosanitarios) han sido las grandes abastecedoras de la población y donde la pérdida de empleos que está suponiendo la crisis de la covid-19 está siendo mucho menor que en el resto de empresas mercantiles, algo que ya sucedió en otras crisis como la de 2008.
Este modelo de economía social viene despuntando. El reparto de la riqueza, la generación de empleo, y la productividad de su actividad ha dado tradicionalmente un impulso a la economía de las zonas en las que tiene mayor arraigo. Su fórmula ha sido calificada como exitosa, y solo uno de los puntales que hay que fortalecer es la dimensión, que difiere de las que integran el cooperativismo agroalimentario europeo, un aspecto que les resta posición a la hora de la negociación con clientes como la gran distribución.
Pero sin duda, es fuente de la que bebe la economía de multitud de pueblos. En este sentido, su efecto más inmediato es la fijación de la población al territorio. Y en ello, Andalucía, también goza de un estatus muy por encima del resto de comunidades autónomas y sobre todo dista mucho de aquellas en las que sus pueblos cada vez están más vacíos. No en vano, Andalucía es referente nacional en cooperativismo agrario. Hecho determinante para que albergue una menor preocupación que la denominada ya ‘España vaciada’ de la que esta región comparte apenas un ‘cachito’.
Es un indicativo, sin duda de lo que aporta el cooperativismo al entorno rural. Estas empresas de economía social, por su naturaleza e implicación de sus gentes, mantienen su actividad a lo largo del tiempo. La escasez de fracasos es una tónica en el desarrollo del cooperativismo vinculado a la agricultura y la ganadería.

“El reparto de la riqueza, la generación de empleo, y la productividad de su actividad ha dado tradicionalmente un impulso a la economía de las zonas en las que tiene mayor arraigo.”

El cooperativismo ha contribuido a mejorar la calidad de vida de las personas y ha llevado a cabo una serie de hitos como el simple hecho de la constitución y proliferación de las cooperativas en los años 50, la profesionalización del sector, la formación, la innovación, la internacionalización y el relevo generacional. Este mensaje se lanzó durante la celebración del vigésimo quinto aniversario de Cooperativas Agro-alimentarias de Andalucía, un acto en el que también se habló de los retos que tienen estas empresas de economía social por delante. Y es que, la sociedad en su conjunto se enfrenta a la cuarta revolución industrial, que es la que trae aparejada el desarrollo tecnológico y digital, «la cual va a condicionar el futuro de las cooperativas y también el de la federación y el modo en el que presta sus servicios». A ello se suma el hecho de garantizar una alimentación sana a un consumidor cada vez más concienciado con la salud y lo que come. Por ello, las cooperativas se plantean retos como el de investigar e invertir en valor añadido para ser más eficientes y valorizar los productos».
Otra de las metas que se marca el mundo cooperativo, en el sector agroalimentario, tiene con miras la igualdad. Actualmente, según datos ofrecidos por la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible, el 30% de las personas asociadas en las cooperativas andaluzas son mujeres. Pero, tan solo un 5% forman parte de órganos de dirección en este tipo de empresas.
Y es que, aunque en el mundo rural la presencia de mujeres y hombres está equilibrada la balanza se descompensa, según la Administración andaluza, cuando se mira al sector agrario, donde la participación de la mujer desciende al 25%, un porcentaje que disminuye mucho más cuando se habla de agricultoras y ganaderas titulares de explotaciones. Por ello, la Ley de Titularidad Compartida puesta en marcha a finales de 2018 no ha tenido un impacto real.
Hay un camino en el que se va avanzando, pero en el que las propias cooperativas entienden que deben acelerar el ritmo. Así, marcan sus líneas estratégicas de promoción de la igualdad y la formación entre sus cooperativas y personas asociadas.
El modelo cooperativo, se muestra así, comprometido con la equidad y la democracia entre sus miembros, favorece la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, tan necesaria para el desarrollo sostenible de la sociedad actual. Históricamente, la aportación de las agricultoras y ganaderas ha sido trascendental para el desarrollo de dichos sectores, donde las mujeres han trabajado en las explotaciones familiares, sin que su labor sea todo lo visible que merece ni suficientemente valorada. Esta situación ha mejorado, pero queda mucho camino por avanzar, explican desde Cooperativas Agro-alimentarias de Granada.
Las cooperativas agrarias canalizan la riqueza en un reparto equitativo. En estos momentos están atentas a la futura PAC, de la que dependerá parte del desarrollo de estas empresas a tenor de la relevancia que tiene en ellas el impacto de los fondos europeos, tanto en ayudas directas a asociados, como las vinculadas a inversiones en innovación y sostenibilidad.